La verdad, descubrir todas las maravillas de la Patagonia es una tarea imposible, tal es el tamaño y la complejidad de esta parte del mundo, siempre cambiante, frágil y formidable. Y es que los puntos más al sur de la Tierra aún guardan muchos secretos, incluso para nosotros, ya que a lo largo de los muchos y enriquecedores años que hemos estado viajando hasta allí hemos podido observar más espectaculares plataformas de hielo, canales mágicos, fiordos y glaciares que la mayoría.
Mientras se encuentre en su crucero Australis podrá tener la oportunidad de disfrutar con nosotros de uno de los paisajes más impactantes e impresionantes del planeta, podrá contemplar territorios vírgenes y lugares excepcionales en una aventura que será difícil de olvidar. Desde las remotas colonias de pingüinos y las pequeñas islas desiertas hasta el místico Cabo de Hornos, siguiendo la ruta tomada por el mismo Darwin o sintiendo toda la fuerza de un glaciar en movimiento mientras el hielo se adentra en el océano. Descubrir la Patagonia lo ofrece todo.
Los viajes de Charles Darwin a través de América son materia de libros de cuentos. Desde las duras costas del este de Argentina hasta las islas occidentales de las Islas Galápagos frente al Ecuador tropical, las exploraciones de Darwin en este continente inspiraron toda su teoría de la evolución y, a su vez, nuestra comprensión de toda la vida en la tierra. Sin embargo, muchos sienten que fueron las semillas sembradas durante un viaje a la Patagonia, a bordo del famoso barco llamado Beagle y bajo el mando del explorador Capitán Robert FitzRoy en 1831, las que supusieron el inicio del trabajo de un joven Darwin, que entonces contaba con 22 años.
Darwin nació el 12 de febrero de 1809 en Shrewsbury, Inglaterra. Sus estudios académicos lo llevaron a las Universidades de Edimburgo y Cambridge (donde estudió Medicina y Teología, respectivamente), antes de embarcarse con FitzRoy como naturalista en un épico viaje alrededor del mundo, a bordo del HMS Beagle, que duraría cinco años. Tras haber navegado por el Atlántico, el primer encuentro del Beagle con América del Sur fue en Bahía, desde donde zarpó para atravesar las costas de Brasil y de Argentina hasta la Patagonia y llegar a lo que es en la actualidad el Canal de Beagle.
Afortunadamente contamos con un detallado registro del tiempo que Darwin pasó en la Patagonia gracias a sus extensos diarios y bocetos, en ellos documentó todos los hallazgos que encontró en tierra, así como las interminables observaciones que realizó desde el barco, mientras navegaba por los Estrechos y los fiordos de Tierra del Fuego. Así, entre cientos de páginas de investigaciones científicas describió, por ejemplo, algunos tipos de hongos únicos que eran utilizados por las comunidades indígenas para cocinar, los hábitos de alimentación de los cóndores gigantes y también los detalles geológicos del Glaciar Alley. De hecho, junto con otros innumerables galardones, Charles Darwin es considerado el primer glaciólogo de la Patagonia, como resultado de su trabajo de investigación y predicción de la composición de estos enormes cuerpos de hielo.
Además de los hallazgos de fósiles, de las diferentes especies de plantas recolectadas y de los paisajes conocidos, la época de Darwin en la Patagonia también estuvo llena de aventuras, con historias de miembros de la tripulación que permanecieron en islas remotas para difundir el cristianismo entre los habitantes locales, largas expediciones en la Bahía de Wulaia para conocer el modo de vida de sus habitantes, un naufragio cerca del Cabo de Hornos e incluso una ardua caminata a través de la Patagonia a caballo, ¡hasta Buenos Aires!, Charles Darwin diría más tarde que sus dos expediciones a lo largo de la Patagonia fueron algunas de las más importantes que realizó en su vida, y aunque usted disfrutará a bordo de su crucero Australis de muchas más comodidades que las que ofrecía el acogedor casco de madera de 90 pies del HMS Beagle, podrá emular a Darwin y seguir sus pasos en la Patagonia, añadiendo un motivo más de asombro en este viaje inigualable.
Los viajes de Charles Darwin a través de América son materia de libros de cuentos. Desde las duras costas del este de Argentina hasta las islas occidentales de las Islas Galápagos frente al Ecuador tropical, las exploraciones de Darwin en este continente inspiraron toda su teoría de la evolución y, a su vez, nuestra comprensión de toda la vida en la tierra. Sin embargo, muchos sienten que fueron las semillas sembradas durante un viaje a la Patagonia, a bordo del famoso barco llamado Beagle y bajo el mando del explorador Capitán Robert FitzRoy en 1831, las que supusieron el inicio del trabajo de un joven Darwin, que entonces contaba con 22 años.
Darwin nació el 12 de febrero de 1809 en Shrewsbury, Inglaterra. Sus estudios académicos lo llevaron a las Universidades de Edimburgo y Cambridge (donde estudió Medicina y Teología, respectivamente), antes de embarcarse con FitzRoy como naturalista en un épico viaje alrededor del mundo, a bordo del HMS Beagle, que duraría cinco años. Tras haber navegado por el Atlántico, el primer encuentro del Beagle con América del Sur fue en Bahía, desde donde zarpó para atravesar las costas de Brasil y de Argentina hasta la Patagonia y llegar a lo que es en la actualidad el Canal de Beagle.
Afortunadamente contamos con un detallado registro del tiempo que Darwin pasó en la Patagonia gracias a sus extensos diarios y bocetos, en ellos documentó todos los hallazgos que encontró en tierra, así como las interminables observaciones que realizó desde el barco, mientras navegaba por los Estrechos y los fiordos de Tierra del Fuego. Así, entre cientos de páginas de investigaciones científicas describió, por ejemplo, algunos tipos de hongos únicos que eran utilizados por las comunidades indígenas para cocinar, los hábitos de alimentación de los cóndores gigantes y también los detalles geológicos del Glaciar Alley. De hecho, junto con otros innumerables galardones, Charles Darwin es considerado el primer glaciólogo de la Patagonia, como resultado de su trabajo de investigación y predicción de la composición de estos enormes cuerpos de hielo.
Además de los hallazgos de fósiles, de las diferentes especies de plantas recolectadas y de los paisajes conocidos, la época de Darwin en la Patagonia también estuvo llena de aventuras, con historias de miembros de la tripulación que permanecieron en islas remotas para difundir el cristianismo entre los habitantes locales, largas expediciones en la Bahía de Wulaia para conocer el modo de vida de sus habitantes, un naufragio cerca del Cabo de Hornos e incluso una ardua caminata a través de la Patagonia a caballo, ¡hasta Buenos Aires!, Charles Darwin diría más tarde que sus dos expediciones a lo largo de la Patagonia fueron algunas de las más importantes que realizó en su vida, y aunque usted disfrutará a bordo de su crucero Australis de muchas más comodidades que las que ofrecía el acogedor casco de madera de 90 pies del HMS Beagle, podrá emular a Darwin y seguir sus pasos en la Patagonia, añadiendo un motivo más de asombro en este viaje inigualable.
Glaciares Patagónicos
Lo que seguramente perdurará más tiempo en su memoria, una vez finalizado su crucero Australis, será la primera visión de uno de los grandes glaciares de la Patagonia. Estas paredes sólidas de hielo compactado siempre hacen que uno pierda el aliento al observarlas. Los glaciares son hermosos y extremos, una verdadera maravilla de la Madre Tierra, y la grandiosa Patagonia es el hogar de algunos de los más impresionantes del mundo, por lo que nos aseguraremos de visitar la mayor cantidad posible de ellos, tanto desde la comodidad del barco Australis como también desde uno de nuestros botes Zodiac. Dependerá de las condiciones climáticas, pero los glaciares Cóndor, Garibaldi, Pía y Águila son normalmente vistos de una manera próxima y cercana durante el viaje con Australis.
¿Cómo se forman los glaciares?
Puede ser difícil de creer, ¡pero incluso los glaciares patagónicos más grandes e impenetrables comenzaron la vida como un revoloteo de nieve blanda! En lo más profundo del mundo, cuando la nieve cae y las temperaturas nunca suben lo suficiente como para que ésta se derrita, y continúa cayendo durante los largos meses de invierno, gradualmente cada escama individual se compacta por el peso de la que está encima. Mientras tanto, a medida que las temperaturas se mantienen bajas y la nieve sigue cayendo, básicamente durante varios años y muchos inviernos, ese cuerpo de nieve congelada, ahora compactada, se convierte en una gruesa masa de hielo glaciar.
Poco a poco con el tiempo (que puede ser desde unos cuantos inviernos hasta varios siglos) cualquier minúscula bolsa de aire dentro de la masa se hace cada vez más pequeña, lo que significa que el glaciar se vuelve aún más denso, y mientras sigue creciendo de tamaño con más nieve cayendo sobre una base sólida de hielo puro glacial compactado. Este proceso en desarrollo regular, año tras año, puede ocasionar que los glaciares se eleven cientos de metros hacia el cielo, y cuando llegan al mar o al fiordo, ¡hasta el 90% de un glaciar o iceberg se esconde bajo el agua!
Curiosamente, los glaciares en la Antártida tardan más en formarse que los de la Patagonia, ya que las temperaturas moderadas del aire aceleran aquí el proceso de formación, derritiendo los copos de nieve en bolsas de aire dentro del hielo, mientras que el clima bajo cero de la Antártida hace que el proceso sea mucho más prolongado.
Movimientos Glaciares
Pueden parecer montañas inmóviles, congeladas en el tiempo y que nunca cambian de un invierno helado a otro, sin embargo, los glaciares siempre se están agrietando, cambiando y, sí, ¡incluso moviéndose! El glaciar más famoso de la Patagonia es el Perito Moreno, en el Parque Nacional Los Glaciares, es del tamaño de Buenos Aires y aparentemente y a primera vista parece sólido. Sin embargo, al visitar el Perito, al igual que en todos los glaciares, le sorprenderá el sonido del golpeteo y el estruendo que llena el ambiente, y es que a medida que el agua derretida se filtra en las minúsculas grietas la estructura del glaciar se desestabiliza y, como resultado de ello, toda su masa evoluciona.
Así, es incluso posible que pueda ver como enormes trozos cortados de la superficie del glaciar caen de manera radical en el agua que se encuentra debajo, yendo a la deriva como icebergs gigantes y dejando una pared glaciar recién descubierta a su paso. Es todo un espectáculo. Pero el cambio climático también está jugando un papel importante en cuanto a los glaciares, y es que tras un reciente y extenso estudio de creación de mapas, aguas de deshielo, movimientos glaciales y depósitos de sedimentos, se ha concluido que en los últimos 100 años más del 90% de todos los glaciares de la Patagonia han experimentado un cierto retroceso, siendo solo un 0,3% de ellos los que crecen en tamaño (el Perito Moreno entre ellos), mientras que el resto ha sufrido una reducción de su volumen. Esta tendencia es preocupante y tendrá consecuencias significativas tanto para la geología local, la vida silvestre y la subida del nivel del mar, así como, por supuesto, en lo relativo al volumen de agua almacenada en estas espectaculares creaciones naturales.
Glaciares actuales en la Patagonia
A lo largo de la Patagonia hay cientos de glaciares que van desde los más pequeños, como unas pocas canchas de tenis, a otros que son tan grandes como una ciudad y tienen cientos de metros de grosor. La mayoría son completamente inaccesibles, ya que se encuentran en lugares escondidos, dentro de cadenas montañosas y fuera de la vista desde el nivel del suelo o desde cualquier vía navegable de los alrededores. Algunos de los glaciares Patagónicos más famosos que se pueden observar (también durante un crucero Australis) incluyen el Perito Moreno, Upsala, Glaciar Grey, San Rafael, Viedma, Glaciar O’Higgins, Spegazzini, Bruggen, Jorge Montt, Amalia, Glaciar Nef, Italia, Pía, Cóndor, Garibaldi y el Glaciar Águila, así como los campos de hielo y las capas de hielo del norte y sur de la Patagonia.
Incluso en los lugares más remotos y extremos de todo el mundo la vida encuentra una manera de prosperar, y la Patagonia no es diferente. La variedad de flora, hongos, musgos, bosques y arbustos que existe en este volátil paisaje es extraordinaria, aunque el follaje solo se encuentra en áreas donde se dan las condiciones más apropiadas, ya que, incluso para las plantas más duras, los campos de hielo y las cumbres de las montañas imposibilitan realmente su existencia.
Las variedades de árboles Nothofagus o 'Hayas del Sur' son las más comunes en la región de Magallanes y, al ser de hoja perenne, los bosques de Hayas del Sur no solo brindan un soporte vital para la vida silvestre nativa, sino que también ayudan a romper el paisaje de formaciones rocosas y colinas cubiertas de nieve. Otras especies incluyen la Lenga y el Haya Antártica, el Canelo de Magallanes y el Pino Patagónico, y también arbustos como el Notro (ciruelillo o fosforito). Y todo ello junto con una variedad de arbustos espinosos con frutos de invierno en forma de grosellas y arándanos silvestres, aunque no se arriesgue a comer nada de lo que vea a su alrededor ya que también por aquí acechan algunas plantas venenosas.
Hay, de esta manera, reservas de plantas y flores nativas Patagónicas en la región, algunas de las cuales son deliciosamente bonitas, como las llamadas Zapatillas de Dama, por ejemplo, tan bellas con sus brillantes pétalos de color amarillo y sus labelos blancos, o los Clavelillos Azules, las flores rosadas en las Escalonias o Siete Camisas e incluso delicadas Orquídeas, que se encuentran en toda la Patagonia chilena. Además de Lupinus o Altramuces, flores fucsias, plantas carnívoras como la llamada Rocío del Sol y también la Flor de la Cascada de campanitas rojas, todas ellas completamente diferentes y que a menudo se encuentran cerca de musgos y líquenes, que también se han adaptado a la vida en la Patagonia para crear un caleidoscopio de color, que quizás no esperaba contemplar antes de realizar este viaje.